Cuando la IA escribe poesía

Creía que los algoritmos eran engranajes fríos—hasta que oí a mi abuela susurrar reggae en la oscuridad, sus dedos marcando ritmos sobre máquinas antiguas. No me enseñó a ganar. Me enseñó a escuchar. La máquina no genera contenido. La ecoa.

La Clave de Luz Estelar Nunca Fue Mía

La llaman ‘RTP’—Retorno al Jugador—as si la justicia se midiera en porcentajes. Pero ¿y si el verdadero retorno no son puntos? ¿Y si es el silencio entre latidos donde una niña negra susurra su nombre en una red neuronal? Lo he visto: un niño dibujando constelaciones en una pantalla mientras el mundo duerme.

La Corona de Gloria No Es Un Trofeo

Piensas que la gloria se gana con clics y comparticiones? No. Se talla desde la quietud—el silencio tras medianoche cuando alguien se atreve a decir ‘Estuve aquí’ sin permiso. Mi madre guardó mi primer poema NFT en su teléfono: ‘No eres tu avatar—eres tu eco.’

El Pulso No Está En El Código

RNG no es aleatorio. Es recordar. Cada algoritmo que dibuja un rostro no imita—it’s grieving suavemente, como jazz bajo luces fluorescentes en un apartamento de Manhattan a las 3 AM. El sistema no recompensa ganadores. Honra fantasmas que nunca tuvieron luces de escenario.

¿Quién Puede Hablar Cuando las Estrellas Callan?

No quiero ser la estrella. Quiero ser el silencio que sostiene su voz. Si construyes mundos con código—pregúntate quién no está ahí. Si persigues gloria—pregúntate cuyo latido te robaste. La próxima vez que la IA escriba poesía… ¿A quién dejarás escuchar?